Friday, December 23, 2005

Poems "about" eary film stars

My friend Gianluca, who alerted me to a recent edition of a book of poems by Tadeusz Rozewicz featuring an image of Louise Brooks on the cover, also found a webpage from Cuba featuring a handful of poems "about" eary film stars, including one "about" Louise Brooks! There are other poems "about" Theda Bara, Buster Keaton, Mary Pickford, Mae Murray, Charlie Chaplin and others. The poems are by Carlos Esquivel, a contemporary Cuban writer. Here is the Brooks' piece (whose title translates as "A Love Letter to Louise Brooks").

                                                      UNA CARTA DE AMOR PARA LOUISE BROOKS

Nada me une a ti sino lo que está más lejos:
el padre que no pude decir abrácense hijos,
esta sequía que ya aburre
 y junta las hebras de dormir con las de estar muertos,
ese perro recién nacido por los golpes y la fragilidad
de los apostadores,
y el trueno que no nos deja un águila viva.
Nada une como secar la pólvora en que hemos estado a salvo
mientras guardan en los sepulcros las hachas húmedas por la sangre
de otras muchachas.
Condenado a ser un hombre triste,
como un mensajero que se acoda
en la tribu enemiga, viviendo fuera de los muertos que le pertenecen,
doloroso y elegido en esta religión de olvidarte,
en la tierra que huele a abalorios, a coz,
advenedizo ante el oráculo y el agua áspera de las consignas.
Pero no soy quien cae de rodillas
y echa fuera de la armadura su presagio de vejez.
Sólo soy quien declara su amor como el prisionero
apostado a soñar con lo imposible.
Ya la madre no pensará en nosotros,
y en las misas los tambores llamarán a la fornicación,
heridos por el ácido de las absoluciones
y por los peñascos de quienes vaticinan
una zona blanca para los esqueletos amados.
Bienvenidos, dirán los niños,
y rezaremos ardiendo los sepulcros,
vueltos a callar en la carne y en la madera,
derribados por el coraje y la orina con que el hijo nos condenaba.
La sangre debe unir todo lo que en mí se hunde.
Debajo de esta barba de príncipe, mi corazón intacto
a las arrugas y a los zarcillos,
derramándose por las moras y los herbolarios,
húmedo de las concubinas que  habrán cobrado mi locura.
El corazón cercado,  como el tonto pájaro de Atamelipa.
Nada me une a ti sino lo que ruedea devolviéndose.
Augurar también que nos pregunten,
que en el vientre y los muslos un hijo nos pertenezca.
Nada me une más a ti que lo que no existe,
una espalda que imagino como única mentira,
y una muchacha con su cuerno de caza terminando la historia.
Quién sabe con qué esperanza tendremos el alcohol,
y la garganta hará un incendio para hacernos olvidar,
para sentarnos ante el poema
e inventar un grito.

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